En contraste con las posiciones estáticas y receptivas representadas en las esculturas de Miguel Ángel, el modelo de yeso retrata a Cristo en un estado predisuesto de acción hacia el futuro. Cristo se presenta como poseedor de un impulso imparable derivado de su esencia interna, simbolizando el Espíritu Santo dentro de la Trinidad. Sin verse constreñido por la materia, esta interpretación muestra a Cristo/Hombre como un agente de cambio, en lugar de un símbolo de condenación inminente.

La cruz, tradicionalmente asociada con el peso y la condena inminente, adquiere un nuevo significado en el modelo de yeso. Se coloca lateralmente y ligeramente detrás de Cristo/Hombre, enfatizando su fuerza y proyección. Esta ubicación alternativa se conecta con el significado arcaico de la cruz, simbolizando la expansión en el espacio, los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos, el cubo y la materia informada por el Espíritu Santo, el tercer elemento representado por el velo.

El modelo de yeso sintetiza todos los elementos en un conjunto cohesivo, subrayando la importancia de la unidad. Establece una profunda conexión con los otros dos Cristos Giustiniani, que representan al Padre y al Hijo, mientras revoluciona la representación clásica de Cristo Porta cruz. Sirve como testimonio de la inspiración creativa de Pablo Damián Cristi y su capacidad para crear un unicum revolucionario dentro de la tradición clásica.

El modelo de yeso en sí mismo se convierte en emblemático, representando la expresión directa del concepto inicial de Pablo Damián Cristi. Significa el diálogo continuo y la profunda relación entre el escultor y el material, el mármol, destinado en última instancia a ser el medio final para el Tercer Cristo llevando la cruz, Giustiniani. Esto demuestra el proceso artístico de Pablo, caracterizado por una comprensión profunda de las sutilezas del material, sus imperfecciones, líneas de fuerza, tonalidades y densidades.